08 enero 2016

Allá en Londres y aquí en Madrid

Duermo poco pero no porque no quiero. Mi chipilito se despierta por la noche, se le cae el chupon de la cuna y llora un poquito. Me levanto y lo mimo. Él sigue durmiendo pero yo me quedo despierta. Los ojos como dos platos. Entonces agarro el móvil que descansa a mi lado y empiezo a escribir estas líneas. A veces me vengo para la sala. Aquí todo está en silencio, aunque a lo lejos se escucha el rumor de los carros. 

Llegamos a Madrid en junio del año pasado. Sí, el 2015, o sea, hace unos meses. Extrañábamos mucho el Sol y su calor real, ese que toca la piel y nos hace sentir tan a gusto. Luego de vivir en Londres me di cuenta de cuánto me gusta el clima tropical, con su Sol inclemente, su vegetación exótica y sus bellas lluvias torrenciales. En Londres llueve, pero es una llovizna que cae silenciosa. A veces llueve más pero por cortos períodos de tiempo. En ocasiones, durante el verano, puede caer alguna lluvia fuerte. Cuando llovía así yo me quedaba fascinada. Me acordaba de cómo la lluvia golpeaba el techo en la casa de mis padres y de cómo podía llover por cuatro o cinco horas seguidas. Una lluvia fuerte, con truenos, relámpagos, sí, con mucho ruido. 

Se veía la lluvia caer sobre la siembra a lo lejos, sobre las montañas y los árboles rebeldes. El agua bajaba por la calle rápidamente y formaba remolinos dondequiera que se encontraba con algo en su camino. Y el olor a lluvia impregnaba cada esquina. Yo pensaba que así llovía en todas partes del mundo. Y Londres me enseñó que eso no es así. 



Y en cuanto a la luz, Londres suele ser oscuro, salvo que toque un verano cálido entonces así los largos días se vuelven luminosos, eso si, con una luz oblicua, nunca muy marcada. Aquí en Madrid el clima es otro. La luz es asombrosa, como si algún espejo iluminara la ciudad. Inclusive en invierno. Y eso me fascina. La luz de aquí es sencillamente hermosa. Penetra por los ojos y llega a lo más profundo del ser. No hubiera podido apreciar eso sin haber vivido en Londres. 

Eso y otras cosas tal vez más significativas es lo que aprendes cuando vives en otro lugar, un lugar lejos de donde naciste y donde creciste. Y eso sólo si estás despierto y dispuesto a aprender cosas de ti mismo. 

Estoy realmente encantada de haber tenido la experiencia de vivir en Londres y ahora de estar aquí, en Madrid, donde creemos que estaremos por un larguísimo tiempo. 

Venir a Madrid fue un poco sentir que volvíamos a nuestra propia casa. Todo es más familiar. Es el mundo latino. Una cosa que me hace feliz es volver a ver libros en español, de aquí y de Latinoamérica. Además, es muy sabroso poder hablar en mi propia lengua. Y es que de alguna forma me defino a través de ella. También pienso que desde aquí me será muy interesante entender a mi país de origen. Si bien Londres sirvió como un contraste, siento que a través de Madrid y de España en general podré entender más a Venezuela, por su relación histórica y por las múltiples similitudes que guarda con mi propio país. Sin embargo, aunque nos parece más familiar, es finalmente otra cultura por descubrir. Así que eso. 



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