Al pisar las calles del casco antiguo, ya la atmósfera parece llenarse de historia. Las viejas ventanas saludan a los viajeros mostrando descaradamente su hermosa arquitectura. Las calles no están llenas de turistas, al menos cuando fuimos, en pleno verano, y eso hace que la ciudad sea mucho más amable que cualquier otra. Y es que enamora a primera vista. Así que no pude evitar tomar unas fotos aquí y allá para colgarlas aquí cuando tuviera el chance.
Está rodeada de mar, cual isla, unida a la tierra por un pequeño istmo. Así que el océano se asoma en cada esquina. Además, la luz brillante del sur de España se filtra por cada huequíto y parece llenar de encanto cada rincón. Esta preciosa vista se observa desde la Torre Távira, un sitio perfecto para admirar la ciudad y conocer un poco más de su rica historia.
Es uno de esos sitios donde sentarse en un café por largas horas con un libro en las manos, parece lo natural. O a lo sumo, relajarse, tomar nuestra bebida en pequeños sorbos y dejarse llevar por el ritmo lento de la ciudad.
Para refrescarse o dejar que el viento marítimo despeine nuestros cabellos, es casi obligado dar un paseo por la Alameda de Apodaca y fotografiar sus lindas fuentes y sus bungavilleas.
No veo la hora de volver y conocerla aún más. En fin, si quieres visitar una ciudad especial, con un ritmo diferente, Cadiz es un excelente opción. Es una de esas ciudades para amar por siempre.